Killing Floor 3 no viene a reinventar la rueda, pero sà a reforzar lo que siempre hizo brillar a la saga: la cooperación, la adrenalina y la satisfacción absurda de mandar a volar un brazo con una escopeta en cámara lenta. Con amigos, es una experiencia caótica y gloriosa que recuerda por qué los shooters cooperativos siguen teniendo un lugar en nuestro corazón gamer.